Esta entrada de blog quiero iniciarla con una canción del gran Ian Curtis que me parece apropiada para la ocasión, refleja mi estado de ánimo y me ayuda a crear “atmósfera” para las letras siguientes. Este es “el sonido que me gusta” y es mi deseo que si estás leyendo este blog, te acompañes de esta música mientras revisas las palabras que vienen.
En esta sociedad tenemos una equivocada percepción de la muerte, según mi manera de pensar. Cuando alguien amado se nos adelanta; cuando da el paso siguiente a otro mundo nos sentimos tristes y lo manifestamos a través del llanto. Pero debería ser al contrario. La tristeza venidera de un fallecimiento es compañera del egoísmo: “No estoy triste por ti, porque te fuiste; estoy triste por mí, porque ya no estarás conmigo”. Hoy Erick, todos los que te quisimos y quienes compartimos un pedazo de vida a tu lado deberíamos estar felices por ti, porque ya la hiciste, ya cumpliste y superaste la meta en este mundo.
Anoche nos reunimos tus amigos y familia ante la terrible sorpresa de tu inesperada partida para despedirte por última vez. Déjame contarte como estuvo: Se me antoja inusual encontrar a tanta gente reunida en un velatorio, a menos que de alguien famoso se trate. Tú, amigo tocaste con fuerza la vida de muchas personas, entre ellas yo, y para muestra, la “fiesta” que organizaste con tu muerte. Tus papás se veían tristes, claro, pero no te preocupes, sé que pronto encontrarán la fuerza para reponerse. Incredulidad, creo que fue el sentimiento que prevaleció. Rostros desencajados, litros de lágrimas se derramaron en tu memoria y en la sala pude ver a algunas de tus mujeres llorando por ti: ¡Hasta en la muerte eres así, Mimoso cabrón! Tu cuerpo llegó tres horas después de lo previsto y pensé: ¡Hasta en la muerte eres así, Mimoso impuntual!
Tu cara se rompió y duele mucho verte así. Yo prefiero recordarte con esa inocencia angelical que fingías, esa misma que estaba en la foto que pusieron al pie de tu ataúd, junto a las flores, la bandera de la Cruz Roja, tu casco de paramédico con las letras VALDEZ en la parte trasera y uno que otro lamento hipócrita de quienes no te conocieron demasiado.
La última vez que vi a Mimoso con vida fue -para variar- entre alcoholes. Ese día hablamos sobre el día de nuestra muerte. Nunca imaginamos que el tuyo llegaría tan pronto. Recuerdo que esa noche me dijiste que no querías ver gente triste en tu funeral, y que si acaso alguien lloraba, entonces regresarías del mas allá para jalarnos las orejas hasta que quedaran grandes como las tuyas. Amigo, perdón, no pude cumplir mi promesa. Aún no puedo evitar el llanto mientras escribo estas palabras, pero estoy en paz contigo porque te quise en tu momento y sé que lo sabías.
Aún puedo verte cuidando tu ambulancia. ¿Quién contará ahora las anécdotas como lo hacías tú? Si en donde estés ahora, alguien te quiere robar a tu paciente, ¡no dudes en partirle la madre!, todos lo aplaudiremos otra vez.
Las personas no mueren cuando pierden la vida. Las personas mueren cuando los demás las olvidan, y sé con fuerza que tú tardarás mucho tiempo en morir. Gracias por tantas aventuras, por tantos consejos, por tanta vida. Gracias por cuidar mi espalda compañero, amigo, hermano Erick. Te veré muy pronto.